martes, 29 de noviembre de 2011

La vida en una taza

El hombre terminó su café, recogió sus pertenencias, pagó la cuenta y se levantó de su silla dispuesto a marcharse de la cafetería cuando se percató de algo. En el fondo de la taza de café que acababa de tomarse había algo que le llamó la atención. Se aproximó para ver lo que era.

Observó detenidamente la taza; era una taza blanca, grande, con un haza pequeña pero resistente. Tenía una filigrana verde en el borde. Miró en el interior para ver lo que le había llamado la atención.

¡Era una cucaracha! Se había colado después de que él se tomara el último sorbo de café. La observó...era demasiado grande para ser una cucaracha, pero lo era. Color marrón oscuro y con dos antenas enormes. Era una cucaracha que a cualquier persona le hubiera resultado repelente, a él no. Le atraía de una forma titánica. No sabía por qué, pero ardía en deseos de tocarla, olerla, escucharla...saborearla.

No podía resistirse, tenía que hacerlo. Cogió la cucaracha y se la llevó a la boca. La masticó con gusto, la saboreó y sintió como la vida del insecto abandonaba su cuerpo. Luego engulló lo que antes fue una cucaracha sin ningún problema y se marchó de la cafetería.

De camino a algún lugar comprendió que, como la vida de la cucaracha, nuestra vida no tiene ningún sentido. Nacemos y morimos, lo único que importa y que podemos decidir es como morimos. Él no quería morir como la cucaracha, engullido por alguien más grande y despiadado. Cuando llegó a su casa, por la noche, cogió su pistola y se suicidó para morir con algo de dignidad.

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